Efectos en el organismo y repercusión en la actividad física a la exposición a zonas de altitud
Para muchos practicantes de actividades de montaña el concepto de altitud esta relacionado a la noción de altitud extrema, pero los efectos de la altitud se dejan notar mucho antes de alcanzar esas altitudes extremas. Desde el punto de vista biológico se diferencian varias zonas en función de como la altitud afecta a sujetos sanos medianamente activos:
- Baja altitud: 0 a 1.000 metros -> No produce ningún efecto en individuos sanos, ni en reposo ni durante la practica de actividad física
- Altitud Media: 1.000 a 2.000 metros -> Repercute en la actividad física, principalmente durante los esfuerzos extremos
- Gran Altitud: 2.000 metros a 5.500 metros -> Afecta a los individuos, tanto en reposo como durante la actividad física
- Altitud Extrema: 5.500 metros a 8.848 metros -> En esta zona la vida permanente es, a priori, imposible
Al aumentar la altitud, nos enfrentamos por un lado a una presión reducida (hipobaria) y a un menor contenido de oxígeno (hipoxia). Un entorno hipobárico-hipóxico somete al cuerpo a un considerable estrés y este desencadena un conjunto de respuestas que se denominan fase de acomodación o adaptación: aumento de ventilación mediante el aumento de la frecuencia respiratoria, aumento de la frecuencia cardíaca, incremento del gasto cardíaco, aumento del metabolismo basal...
Cuando la exposición a la altitud se prolonga por días, semanas o meses el cuerpo entra en un estado de aclimatación. Si la aclimatación a la altitud es completa y el cuerpo compensa la hipoxia de manera adecuada no se darán problemas médicos, en caso contrario se pueden acarrear varios estados fisiológicos y condiciones clínicas que se conocen de manera conjunta como mal de altura. El riesgo a padecer mal de altura aumenta cuanto mayores sean la velocidad del ascenso, la altitud alcanzada y el tiempo de exposición a la altitud.
El mal agudo de montaña se desarrolla generalmente entre las 6 a 12 horas de haber alcanzado una zona de altitud, y llega a su punto álgido a las 24h aproximadamente. Los síntomas más comunes asociados a esta enfermedad incluyen, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, fatiga y trastornos en el sueño entre otros y si no se trata debidamente puede dar lugar a episodios más graves y peligrosos.
Tenemos que tener en cuenta que los problemas de la altitud no están solo reservados a los intrépidos alpinistas que coronan ochomiles. Existen muchas rutas y trekkings que se desarrollan por encima de los 3.000 metros, que aunque no revisten una dificultad técnica elevada exponen al organismo a la altitud y sus rigores.
Como medida preventiva se recomienda que por encima de los 3.500 metros no pasar la noche a más de 300-500 metros por encima de donde se pasó la noche anterior, independientemente de que por el día se alcen cotas más altas. Si aparecen síntomas de mal de altura, no se debe seguir subiendo hasta que las molestias hayan desaparecido, recomendándose el reposo y los analgésicos (aspirina, paracetamol, ibulprofeno). Si las molestias persisten es recomendable descender.